Mi objeto de
inspiración es la naturaleza, sobre todo los animales. Y esto tiene una razón.
Recuerdo que desde muy pequeño trataba siempre de tener alguno conmigo; fuese
un pollito, un cerdito, un gato o un perro. Pero no los tenía en el concepto de
propietario, sino que los consideraba como mis amigos, mis compañeros de vida.
Y aunque era muy agradable convivir con ellos, también era muy triste cuando se
“iban”.
En mi período de
educación media mis familiares y profesores me decían que podría ser un buen
médico o un buen veterinario, pero yo siempre contestaba que no, quería algo
más profundo y estudié BIOLOGÍA.
Hasta la fecha,
aunque las plantas son de toda mi consideración, me declaro amante de los animales.
Les confieso que son de toda mi confianza, un poco por arriba de los humanos.
Ahora, les explico
por qué, en mi actividad de hacer escultura, mi tema favorito son los animales.
En primer lugar, porque gozan completamente de mi admiración por estar total e
íntimamente adaptados a su ambiente, ni les falta ni les sobra “posibilidades”,
cumplen cabalmente con el mandato sagrado que les impone su madre naturaleza.
En segundo lugar, porque en el comportamiento de los animales encuentro las
manifestaciones en actitud de la naturaleza, todo el rango, desde lo que se
pudiera considerar malo hasta lo considerado bueno, ellos lo poseen y no solo
en un sentido, sino que en una fascinante ambivalencia: en un momento pueden
representar lo bueno y en otro lo malo. Y, en tercero, la belleza no puede
estar mejor representada que por los animales, al mirarlos y observarlos
inmediatamente te despiertan el sentido de la admiración; se admira su estampa,
su contextura volumétrica, superficial y lineal, su tamaño, color, textura y
hasta su carácter, por solo mencionar algunas de sus varios atractivos que los
hacen ser el “equilibrio” perfecto.
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